Angustiados por la nada: la paradoja de las pequeñas miserias
Por qué tememos más a los pequeños sufrimientos que a las grandes tragedias
Tememos más a las pequeñas miserias. Un accidente grave que mata nos asusta, cierto, pero el espectro de pequeños y grandes sufrimientos de los que podríamos ser portadores y contemporáneamente testigos nos angustia más.
Pasamos la vida preocupándonos por pequeñas cosas que, en comparación con los verdaderos y grandes dramas de la vida, son estupideces minúsculas que nos arrollan como rocas que nos impiden pensar.
Pequeños dramas que a menudo son incluso inventados, aún no sucedidos y quizás nunca realizables. Estamos angustiados por la nada.
La arquitectura invisible del miedo cotidiano
Hay algo profundamente paradójico en la naturaleza humana:
mientras que un tsunami, un terremoto o una guerra nos provoca un miedo comprensible y proporcional, son las micropreocupaciones las que consumen la mayor parte de nuestra energía emocional.
El mensaje no enviado, la mirada malinterpretada, la reunión de mañana, el dinero que falta a fin de mes, el comentario que no debimos hacer.
Somos dramaturgos incansables de obras que nunca se representarán.
Escribimos guiones completos de conversaciones que nunca tendremos, ensayamos argumentos para discusiones que no ocurrirán, nos preparamos para traiciones que existen solo en nuestra imaginación.
Dejó de vivir para estar seguro de no morirse
El teatro de los problemas menores
Nos preocupamos por el futuro como si preocuparse fuera una forma de controlarlo.
Como si la ansiedad anticipatoria fuera un tipo de seguro emocional que nos protege de la desilusión. Como si sufriendo por adelantado, de alguna manera, nos ahorráramos sufrimiento posterior.
Una relación que se acaba después de diez años puede dolernos profundamente por seis meses. Pero la preocupación de que esa relación «no va bien» puede atormentarnos durante años, creando más sufrimiento acumulado que la pérdida real.
El miedo a la pérdida del trabajo puede ser más devastador que perder realmente el trabajo.
Porque cuando perdemos el trabajo, al menos la incertidumbre termina y podemos comenzar a actuar. Pero cuando tememos perderlo, vivimos en un limbo de ansiedad que no tiene fin definido.
La claridad de las grandes tragedias
Las verdaderas tragedias tienen algo que las pequeñas miserias no tienen: claridad.
Cuando algo verdaderamente grave sucede, sabemos exactamente qué es importante y qué no. Las prioridades se reordenan instantáneamente. Lo superfluo se revela como tal.
En los grandes dolores hay una especie de pureza.
El duelo genuino es limpio comparado con la ansiedad difusa. La pérdida real es honesta comparada con el miedo a perder algo que quizás ni siquiera queremos.
La liberación de lo insignificante
No todos los dolores son iguales, ni todas las preocupaciones merecen el mismo espacio mental.
Pregúntate: ¿Esta preocupación me está informando sobre algo real que puedo cambiar, o es simplemente una forma de torturarme a mí mismo?
Las pequeñas miserias viven siempre en el futuro o en el pasado.
La preocupación es anticipación de dolor, el arrepentimiento es repetición de dolor. Pero el dolor real, cuando existe, existe en el presente, y en el presente puede ser procesado, sentido completamente y liberado.
La próxima vez que te encuentres angustiado por la nada, pregúntate:
¿Qué está pasando realmente ahora mismo? No en tu mente, sino en tu vida real, en este momento exacto.
Quizás descubras que, despojado de sus adornos ansiosos, este momento es mucho más liviano de lo que pensabas.
Quizás incluso sea hermoso.
¿Cuáles son las pequeñas miserias que más espacio ocupan en tu mente? ¿Y qué pasaría si les dieras solo el espacio que realmente merecen?
Las palabras también tienen dueño.
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Etiquetas: atención plena, autoconocimiento, claridad mental, mindfulness cotidiano, reflexión
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Mauro Bonello es formador y coach certificado con casi 30 años de experiencia. Promotor y curador de iniciativas editoriales, se desempeña también como brand ambassador de Primum Movens. Actualmente es el director responsable de GOTA, la revista cultural digital dedicada al crecimiento personal, la reflexión y el bienestar.
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